Pintando el tiempo

Dos mujeres, dos épocas, dos lugares, dos ritmos. Dos historias que parecen navegar por cauces distintos serán las que llevarán el peso de El color del tiempo y las que finalmente acabarán confluyendo en un final emocionante.
Esta novela es de esos libros que deben leerse lentamente degustando el lirismo que desprenden y en donde la belleza de su prosa te hace pedir más, no tanto por el desarrollo del argumento sino por lo elaborado de algunos de sus pasajes.
Leer también es cantar. Leo con el silencio de mi voz la música de las palabras, que tejen sobre el papel el ritmo íntimo de la vida
Bajo esas dulces palabras, sin embargo existen fuertes críticas al nacionalismo, se habla cara a cara con la muerte, se afrontan terribles separaciones y por supuesto, se habla de ese binomio universal: el amor y el desamor.
Todo ello se relata de una forma pausada, razonada, sin crispación. Parándose en los pequeños detalles de la descripción cuando el momento lo requiere pero también dando vivacidad a la trama cuando el desenlace se acerca a su fin. Retrata de manera certera el universo femenino con una profunda sensibilidad pero sin caer en la mojigatería.
Un libro en definitiva que merece ser leído con lapiz y papel para tratar de atrapar para la memoria momentos de extraordinaria literatura.
Yo me encerraba en mi cuarto para escribir a papá, me aislaba, me escapaba de la vida para mirarla bien y así poder contarla. Me atrevía a escribir cosas que nunca diría, cosas que eran verdad, pues no me tentaba la idea de inventar o mentir. Mi pensamiento se iba lentamente vaciando, hasta que se quedaba satisfecho y en paz. Sólo cuando esta sensación me invadía, daba por finalizada la carta.

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