El preso está desnudo. Sólo lleva una capucha. Se le retiene sentado, esposado de manos y pies. Lleva horas en la celda. Sin ver. Sin saber lo que pasa a su alrededor. El interrogador de la CIA entra, sigiloso, con una pistola. Abre el tambor y lo gira varias veces junto al oído del detenido, para que sepa que hay un arma de por medio. Le pide información. El preso sigue callado. El agente sale, y entra con un taladro eléctrico. Otros interrogadores han puesto al preso de pie, esta vez en medio de la celda. El interrogador enchufa el taladro y juega con él, acercándoselo al preso oído, advirtiéndole de que le puede taladrar una pierna. De lo mucho que duele.La desorientación es total. Las celdas están iluminadas las 24 horas del día. La temperatura ambiente, manipulada, para hacer que los presos pasen calor o frío. Se les desnuda. Se les encapucha. Se les ducha con agua fría. En las duchas, entran agentes que les friegan el cuerpo con los mismos cepillos que se usan para limpiar suelos. Se les obliga a arrodillarse y, una vez están de rodillas en el suelo, se les empuja para que caigan con todo su peso sobre su espalda. Se les enfunda en pañales. Se les ridiculiza y desorienta. Se les restriega por los suelos. Se les humilla. No son nadie. No tienen derechos. Nadie sabe que están allí, en un lugar secreto, por razones que no se les revelan. Y lo peor, el dolor físico, está por llegar.
Estas son algunas de las técnicas de tortura que utilizaba la CIA y que han sido reveladas recientemente. Siendo sincero, mi sorpresa no proviene de la utilización de estas técnicas por parte de los servicios secretos. En las películas de acción norteamericanas son mostradas con profusión y todos sabemos que la realidad siempre supera a la ficción.
Lo que de verdad me sorprende es que episodios tan fraudulentos como estos salgan periódicamente a la luz de la opinión pública estadounidense. ¿Se imaginan que las técnicas usadas para hacer cantar a los etarras fueran publicadas en los medios españoles?
Pero EEUU es distinto. Ellos puede que observen esta extraña sinceridad como un ejemplo del derecho a la información de los ciudadanos. Desde fuera, probablemente se tomará como otro dato para conformar una imagen negativa del imperio yankee.
La cuestión es que al final salen a la luz todos esos desmanes cometidos en tiempos pasados. Pero digo yo: ¿no sería mejor pensar antes de actuar que pedir perdón cuando nuestras vergüenzas han quedado al descubierto? El problema es que muchas veces los culpables han pasado a mejor vida, bien porque han fallecido escapando de la justicia o bien por la inmunidad parlamentaria. Sólo cabe esperar que por lo menos la conciencia les haya atormentado durante el tiempo necesario.
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