Comenzaré diciendo que agresiones como la que han sufrido Hermann Tertsch y Silvio Berlusconi no deberían suceder en sociedades civilizadas. Y lo pasa es que tal vez las sociedades española e italiana no sean tan civilizadas como parecen. O lo que a mi me parece más realista, que en algún momento de la historia lo fueron pero en la actualidad están totalmente desquiciadas.
La bipolaridad acecha a la vuelta de la esquina. Se sigue la norma de "estás conmigo o estás contra mi". Berlusconi se pregunta por qué le odian tanto los italianos porque parece no darse cuenta de que alternar con señoritas de cara compañía siendo primer ministro del gobierno italiano no sienta muy bien a sus conciudadanos. Porque tampoco sientan muy bien sus declaraciones sexistas o su humor negro. O tal vez porque busca monopolizar los medios de comunicación italianos. Digamos que si se crea crispación, se recogen tempestades.
El caso de Tertsch es algo singular. Periodista durante muchos años ligado a El País. Ex-militante comunista reconvertido al aguirrismo y capaz de soltar prendas como que los que le agredieron "pueden ser moros, antifascistas o gente normal del cine o de la SGAE". Claro que igual no ha recapacitado sobre las consecuencias que podría acarrear decir que si pudiera mataría a 15 o 20 miembros de Al Qaeda por liberar a los 3 cooperantes secuestrados. Quien juega con fuego se acaba quemando.
Y es que en España (y parece que también en Italia), el país está dividido por el odio. Se ha entrado en una espiral de declaraciones incendiarias y de crítica destructiva que inutilizan la discusión sosegada de los problemas. La búsqueda de poder (sea político o mediático) destruye el sentido común y personas desequilibradas optan por soluciones desproporcionadas. Imagínense en una habitación cerrada con un continuo ruido ensordecedor. Hay gente que mantendría la calma, otros gritarían y algunos comenzarían a destrozar lo que encontrasen a su paso. Pues bien, parece que Tertsch y Berlusconi toparon con estos últimos. La solución: parar el ruido.
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