En Perú acaban de morir 520 personas de pobreza. Porque, no nos engañemos, su problema ha sido vivir en la pobre Perú y no en el opulento Primer Mundo. Sólo hay que ver como Japón, país con los medios suficientes para la prevención de los efectos de los terremotos, apenas sufre pérdidas humanas en seismos del mismo calibre.
Mientras tanto en este Primer Mundo cunde el pánico en las Bolsas, esos lugares donde se especula con el dinero que necesitan unos muchos pero que se quedan unos pocos. ¿Morirá alguien porque el índice Nikkei caiga un 5 %? A bote pronto, diríamos que no pero considerando el llamado coste de oportunidad, el hecho de no haber invertido ese inmaterial 5 % en el desarrollo del Tercer Mundo cuesta a diario cientos de vidas.
2 comentarios:
Por lo que he podido enterarme en una reciente polémica que he tenido con varios liberales y con varios economistas, esto que usted muestra en esta entrada es pura sensiblería demagógica.
Yo no lo creo, pienso que es una aproximación al problema bastante acertada y, sobre todo, muy necesaria.
Un saludo.
Sensiblería demagógica es, por ejemplo, recurrir constantemente al hundimiento de la unidad nacional, cada vez que se propone una medida autonómica; aunque no venga mucho al caso.
Centrándome en el tema, los economistas pueden decir misa en verso, por que su modelo global de gestión económica y el actual modelo de crecimiento están totalmente exhaustos. Poco a poco, según nos vayamos quedando sin petroleo, vamos a tener que orientar la gestión de nuestros recursos hacia una descentralización y eso implica, ni más ni menos, que la bolsa va a perder importancia, mientras la debería tomar un desarrollo que va de una región hacia si misma, por medio de sus propios recursos. En principio, esto debería favorecer a paises en vías de desarrollo como Perú, ya que sus recursos naturales se deberían quedar en casa en mayor proporción y, quizá, pasado algún tiempo (si toda esta especulación mía llega a término), no se vuelva a hablar quinientos y pico muertos en Perú tras un terremoto.
¡Un Saludito!
El Caballo de Atila
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