Un tipo sin lealtad a nada, excepto a su propia razón; crítico frente a la autoridad, sobre todo frente a los poderosos; burlón, satírico, polemista y desenmascarador. No era un erudito, su preocupación era el presente; no era un académico, su estilo era periodístico. Se interesaba por las absurdas acciones de los gobiernos y por los defectos de la sociedad. Aclamaba a la razón y la convertía en el tribunal supremo de la entera organización social. Estos intelectuales declararon la guerra a los mitos, los dogmas y las supersticiones: consideraron a la Iglesia como la representante del oscurantismo, y para ellos el cristianismo era especialmente absurdo.
Dietrich Schwanitz, La Cultura.
No me importaría ser considerado intelectual si esta fuese su definición...