Tras las recientes elecciones generales, he mantenido varios "debates" con personas que ni compartían mi ideología política ni, sobre todo, le tenían gran aprecio al partido político al que he votado. Algunos me decían que seguía a pies juntillas el discurso de Zapatero y yo les contestaba que había cosas en las que discrepaba con el PSOE. Entonces se iluminaban los ojos de mis derechosos tertulianos imaginando alguna crítica respecto a la política de inmigración o el tema del terrorismo, sus temas preferidos. Sin embargo, ese brillo ocular se apagaba en cuanto afirmaba que mis críticas adelantarían al PSOE por la izquierda. ¡Oh señor, he aquí un comunista, decían algunos mientras se echaban las manos a la cabeza!

Lamentablemente Chantal Sébire ha tenido que acabar clandestinamente con su vida como ya lo hicieron en su momento Ramón Sampedro y tantos otros enfermos terminales anónimos. Y lo ha hecho así después de que Tribunal de Justicia de Dijon denegara la petición de acabar con el doloroso sufrimiento que le provocaba un tumor que transformó a la mujer de la fotografía en el monstruo que todo el mundo ha podido ver en televisiones y periódicos.
Sabía que podía acudir a Suiza para acabar con su vida pero decidió luchar por el derecho a morir dignamente de futuros enfermos terminales. Visibilizó esta realidad a la que muchos gobiernos como el del PSOE dan la espalda.
Hay mucha gente para la que seguir viviendo en situaciones tan penosas como la de Chantal supone una tortura. Una tortura de Estado puesto que son las leyes dictadas por estos las que impiden decidir sobre algo tan personal como la propia muerte. Con los años, casi todos hemos llegado a estar de acuerdo con la abolición de la tortura en interrogatorios policiales. ¿Por qué seguimos ocultando este otro tipo de tortura?
Hay quien piensa que son alucinados los que piden la muerte en semejantes condiciones pero si lees las Cartas desde el infierno de Ramón Sampedro compruebas la extraordinaria lucidez de este hombre. Fue capaz de escribir cosas como estas:
¿Y cómo hablo de amor si estoy muerto?
¿Y cómo hablo de amor si estoy muerto?
Si los muertos no tenemos pasiones,
ni de humanos afectos sentimientos
sólo somos de los vivos el espanto.
Todo es incoherencia y contradicción
para un muerto entre los mortales.
No lo excitan la luna, ni la flor, ni la hembra,
Porque no tiene carne para reproducirse
¿Hay cosa más absurda que escuchar un cadáver
hablar apasionadamente como un humano,
si no puede sentir ni el calor ni el frío
ni el placer, ni el dolor, ni el llanto?
Es horrible ser un muerto entre los humanos.
Ser el muñeco con quien representan una parodia absurda
los psicópatas esquizofrénicos vivos
que disfrutan con la visión de un cadáver putrefacto.
Embadurnados de excrementos, babas y locura
al que con asco y saña, impertinentes, siguen limpiando.
Y pide liberarse el cadáver, de entre los vivos locos,
pero éstos no entienden los silenciosos gritos de los muertos.
Y con patético ensañamiento lo siguen animando:
cuenta, muerto, tu historia de lo que estás pasando;
parece que eres uno de nosotros, los vivos,
aún aparentas algo de ser humano.
En vano les digo ¡que no!, ¡que estoy muerto!
que ya no puedo hablar, igual que ellos
porque me resulta absurdo hablar igual que los humanos.
Y no me dejan ser ni muerto ni vivo
estos locos y alucinados desquiciados.
Alguien que escribe algo así no merece ser menospreciado por las leyes y por eso animo al PSOE a legalizar la eutanasia si realmente quiere "ayudar a los más débiles". Sería otro paso adelante en el reconocimiento de nuestra mayoría de edad como ciudadanos.