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Algo estamos haciendo mal



Últimamente estoy dedicado a la lectura de libros sesudos sobre economía y en esas lides me he encontrado con un ejemplo del llamado "metabolismo industrial" o "cómo derrochar recursos sin complejos":

"A striking case study of the complexity of industrial metabolism is provided by James Womack and Daniel Jones in their book Lean Thinking, where they trace the origins and pathways of a can of English cola.

The can itself is more costly and complicated to manufacture than the beverage. Bauxite is mined in Australia and trucked to a chemical reduction mill where a half-hour process purifies each ton of bauxite into a half ton of aluminum oxide.When enough of that is stockpiled, it is loaded on a giant ore carrier and sent to Sweden or Norway, where hydroelectric dams provide cheap electricity. After a monthlong journey across two oceans, it usually sits at the smelter for as long as two months.

The smelter takes two hours to turn each half ton of aluminum oxide into a quarter ton of aluminum metal, in ingots ten meters long. These are cured for two weeks before being shipped to roller mills in Sweden or Germany. There each ingot is heated to nearly nine hundred degrees Fahrenheit and rolled down to a thickness of an eighth of an inch. The resulting sheets are wrapped in ten-ton coils and transported to a warehouse, and then to a cold rolling mill in the same or another country, where they are rolled tenfold thinner, ready for fabrication.

The aluminum is then sent to England, where sheets are punched and formed into cans, which are then washed, dried, painted with a base coat, and then painted again with specific product information. The cans are next lacquered, flanged (they are still topless), sprayed inside with a protective coating to prevent the cola from corroding the can, and inspected.

The cans are palletized, forklifted, and warehoused until needed. They are then shipped to the bottler, where they are washed and cleaned once more, then filled with water mixed with flavored syrup, phosphorus, caffeine, and carbon dioxide gas. The sugar is harvested from beet fields in France and undergoes trucking, milling, refining, and shipping. The phosphorus comes from Idaho, where it is excavated from deep open-pit mines—a process that also unearths cadmium and radioactive thorium. Round-the-clock, the mining company uses the same amount of electricity as a city of 100,000 people in order to reduce the phosphate to food-grade quality. The caffeine is shipped from a chemical manufacturer to the syrup manufacturer in England.

The filled cans are sealed with an aluminum “pop-top” lid at the rate of fifteen hundred cans per minute, then inserted into cardboard cartons printed with matching color and promotional schemes. The cartons are made of forest pulp that may have originated anywhere from Sweden or Siberia to the old-growth, virgin forests of British Columbia that are the home of grizzly, wolverines, otters, and eagles. Palletized again, the cans are shipped to a regional distribution warehouse, and shortly thereafter to a supermarket where a typical can is purchased within three days. The consumer buys twelve ounces of the phosphatetinged, caffeine-impregnated, caramel-flavored sugar water. Drinking the cola takes a few minutes; throwing the can away takes a second. In England, consumers discard 84 percent of all cans, which means that the overall rate of aluminum waste, after counting production losses, is 88 percent. The United States still gets three-fifths of its aluminum from virgin ore, at twenty times the energy intensity of recycled aluminum, and throws away enough aluminum to replace its entire commercial aircraft fleet every three months.

Every product we consume has a similar hidden history, an unwritten inventory of its materials, resources, and impacts. It also has attendant waste generated by its use and disposition. In Germany, this hidden history is called “ecological rucksack.” The amount of waste generated to make a semiconductor chip is over 100,000 times its weight; that of a laptop computer, close to 4,000 times its weight. Two quarts of gasoline and a thousand quarts of water are required to produce a quart of Florida orange juice. One ton of paper requires the use of 98 tons of various resources".

El extracto corresponde al libro "Natural Capitalism: Creating the Next Industrial Revolution" de Paul Hawken, Amory Lovins, y L. Hunter Lovins. Libro totalmente recomendable para todos aquellos que estén involucrados en la industria y tengan algo de conciencia medioambiental.

Este libro también recoge una interesante idea sobre redistribución de los impuestos. A ver qué os parece:
"Taxes and subsidies are, in essence, a form of information. At the most basic level, they cause change. Everybody in the world, whether rich or poor, acts on price information every day. Taxes make something more expensive to buy, subsidies artificially lower prices. Thus, when something is taxed, you tend to buy less of it, and when you subsidize, you reduce prices and stimulate consumption.A practical step in moving toward radical resource productivity would be to shift taxes away from labor and income, and toward pollution, waste, carbon fuels, and resource exploitation, all of which are presently subsidized.

For every dollar of taxation that is added to the cost of resources or waste, one dollar is removed from taxes on labor and capital formation. A tax shift is not intended to redefine who pays the taxes but only what is taxed.Work is freed from taxation as is business and personal income.Waste, toxins, and primary resources make up the difference. As the cost of waste and resources increases, business can save money by hiring now-less-expensive labor and capital to save now-more-expensive resources. As business saves by increasing resource productivity, higher resource taxes may ensue, because there will be a smaller base of resources and waste to tax. That, in turn, will spur further research and innovation in resource productivity".
 

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Hoy me despido

Hoy me despido de mi antigua vida. Una vida que no era mala pero que en los últimos 9 meses ha cambiado radicalmente. Ahora tengo una puerta abierta frente a mi que espero no se cierre nunca. Y es en este momento en el que me gustaría repasar los buenos momentos de estos 9 meses. Y es que no puedo recordar los malos momentos porque no han existido.


Me acuerdo de cuando nos conocimos. Éramos dos extraños a los que la fortuna los hizo coincidir. Distintos países y distintos ambientes pero a la vez tan iguales. Una noche en la que tú me confesaste que casi alteras el destino al no querer salir. Una noche en la que yo casi me despedía de tu país. Una noche que nos cambió la vida sin quererlo. Una noche en la que nos separamos físicamente pero que nos unió para siempre.


Esa noche dio lugar a los 9 meses más felices de mi vida. Unos meses que nos han cambiado pero sólo para mejor. Donde descubrimos que las relaciones a distancia no solamente son posibles sino que pueden ser maravillosas. Ninguno no de los dos creíamos en ellas pero hemos tenido que sucumbir a su poder, a su magia. Es magia que crea momentos especiales a través de una pantalla de ordenador.


Nunca podré olvidar tu cara al leer aquel cuento que te escribí. Nunca borraré de mi mente esas sonrisas robadas a los malos momentos. Nunca imaginaré mejor despertar que leyendo tus mensajes mandados desde el pasado. Nunca olvidaré todas esas frases que terminamos a la vez. Y no los olvidaré porque espero tenerte siempre a mi lado para recordármelas.


Siempre me dices que te gusta que te escriba. Por eso hoy me despido así de una vida de palabras. A partir de ahora comienza una nueva vida. Una vida junto a ti. Te quiero.

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La suerte de ser europeo

Hoy, 9 de mayo, es el día de Europa. Si os digo la verdad hasta esta mañana no lo sabía. Eso es lo que nos (y yo me incluyó) interesamos por esa entidad abstracta que llamamos Unión Europea. Esa entidad que nos trae por la calle de la amargura con su euro (¡nunca habíamos estado más atentos a la paridad con el dólar!) o que nos hace tocarnos el bolsillo cuando Grecia se va al garete. 


Parece que seguimos en la época de la Comunidad Económica Europea porque de esta organización lo único que parece importarnos es lo económico. Pero nos olvidamos de algo muy importante: nos podemos mover libremente por su territorio sin necesidad de visados. Además, gracias a la preponderancia obtenida por la incorporación a esta Unión, también podemos viajar a países como Colombia sin la necesidad que ningún papel acredite nuestra "inocencia". Se nos supone.


Cuando miramos en sentido contrario, el caso es totalmente opuesto. Si se desea venir desde Colombia hasta Holanda como turista, esta es la lista de requisitos que se exigen:

  1. Pasaporte en validez hasta 3 meses después de tu estancia en Holanda.
  2. Evidencia que demuestre el propósito de tu visita. Por ejemplo, una carta de invitación de amigos o familia, que debe ser certificada por el ayuntamiento correspondiente.
  3. Documentos que demuestren la solvencia económica (al menos, 34 euros por persona y día) durante la estancia y los viajes de ida y regreso.
  4. Declaración de garantía en la que se atestigüe que "no eres un peligro para el orden público ni para las relaciones internacionales de alguna de las partes implicadas".
  5. Prueba de tenencia de empleo mediante una carta del empleador.
  6. Una o más nóminas.
  7. Uno o más resguardos bancarios.
  8. Prueba de que el viaje ha sido reservado.
  9. Documentos que demuestren que vas a volver a Colombia (por ejemplo, matrícula de los hijos en la escuela).
  10. Documentos que demuestren que cuentas con un seguro médico adecuado (adecuado = cobertura mínima de 30.000 euros).
  11. Fotografías de tamaño pasaporte.
  12. Pago del coste de la tramitación del visado: 60 euros.
¿Qué les parece? ¿A que ahora se sienten mucho más reconfortados por ser europeos y poder planear sus vacaciones sin tanta burocracia? Pues eso... ¡feliz Día de Europa!

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José Tomás sólo es un torero

A pesar de la dilapidación popular que esto me puede suponer lo tengo que escribir: a José Tomás simplemente le ocurrió lo que le ocurre a quien se pone delante de un toro. Él lo sabe pero parece que el resto de la humanidad cree que los toros no cornean y que cuando lo hacen esto debe ser tomado como primicia.




¿Os imagináis que Iker Casillas saliese en portada cada vez que le meten un gol? ¿O cada vez que un actor no consigue conectar con el público? ¿O cada vez que Pau Gasol falla un tiro libre? De acuerdo, ahora me diréis: "¡Es que José Tomás juega con su vida!" Muy bien. Pues entonces ¿os imagináis que cada vez que un policía muere en acto de servicio se montase este revuelo? En mi opinión, se lo tendría mucho más merecido que este torero que lo único que hace es entretener a la gente. ¡Ale, ya lo he dicho! Y para acabar en par de puntualizaciones y una pregunta.


Las puntualizaciones:


1. No me gusta el toreo.
2. José Tomás me cae bien.


La pregunta:


¿El toreo puede ser considerado un deporte para salir en diarios deportivos como As o Marca?

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¿Soy menos español?


"PSOE y PP negocian que los emigrantes sólo puedan votar para el Senado"


Estimados señores del PP y del PSOE,

Les escribo esta breve carta para informarles de algo. Aunque tengan miedo de perder algún escaño aquí o allá no deberían plantear este tipo de propuestas porque: a) son un claro recorte de derechos para los que somos tan españoles como ustedes y b) les retratan como aves rapaces que confunden la democracia con el número de escaños o concejales.

Debo también informarles que gracias a medios como Internet o las ediciones digitales de los periódicos, los que vivimos fuera de España podemos seguir de cerca sus andanzas. Conocemos bastante bien la realidad política del país y podemos tener una opinión bastante bien formada sobre quién desearíamos que gobernase nuestro país. Sí, digo "nuestro" porque a pesar de que estemos fuera, nuestro pasaporte dice que somos españoles. Aunque en ocasiones como esta, nos avergoncemos de serlo.

Para finalizar, también quería comunicarles una última cosa. A los dirigentes del PP decirles que tenía muy claro que no iba a votarles así que esta argucia suya no hace más que reiterar mi opinión. Para los dirigentes del PSOE: fui antiguo votante suyo porque creí en el talante, en una manera diferente de hacer las cosas, pero en ocasiones como esta veo que es cierto lo que muchos dicen que no hay mucha diferencia con sus amigos populares. Así que hacen bien quitándome el voto porque lo utilizaría en su contra.

Estimadamente suyo,

Un español en Holanda.

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Twitter tiene su gracia

Algunas personas me han dicho últimamente que no le ven la gracia a Twitter, que no entienden por qué es tan popular. La verdad es que yo me creé una cuenta hace años y después de un par de días investigando llegué a la misma conclusión: aquello no era para mi. Parecía que era otra herramienta más para que la gente contara lo que había comido.


Pero al igual que pasa con los blogs, el interés de Twitter depende mucho de la gente con la que interactúes. De hecho, creo que la interactividad de Twitter es la clave de su éxito y pienso que se pueden encontrar cosas muy interesantes si sigues a las personas adecuadas.
Así, por ejemplo, yo en mi timeline (en jerga twittera: personas a la que sigo) tengo un repertorio muy variado:


Como veis las opciones son casi ilimitadas. El único límite son los 140 caracteres de cada twitt. ¿Por qué no lo probáis? ¡Engancha!

PD: Creo que sólo me queda una de mis pasiones por cubrir en Twitter: la música. ¿Me recomendáis interesantes twitteros melómanos?

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La emigración es mala, la inmigración es buena

Después de otro titular polémico, me explicaré. Últimamente no hago más que encontrarme ejemplos de que la emigración es negativa. Y digo emigración y no inmigración. Detalle importante.


Por ejemplo, todos esos inmigrantes que arriban a España en busca de algo mejor deberían ver el filme colombiano "Paraíso Travel". En esta película se relatan las desventuras de una pareja de paisas (nativos de Antioquia, para quien no lo supiera) que viajan hacia Estados Unidos a la búsqueda del famoso "sueño americano". En un momento de la película, el protagonista dice: "Yo en Colombia no era rico, pero tampoco tan pobre como aquí". Yo tengo la sensación de que esa misma decepción debe ser lo que sientan muchos de los subsaharianos que llegan a España persiguiendo el "sueño europeo".

Otra versión de esta emigración perra se relata en "Las uvas de la ira" de John Steinbeck. En ese caso, la emigración es aún más forzosa ya que los campesinos protagonistas del libro se ven desposeídos de sus tierras en la trágica época posterior al crack del 29. Aquí, los emigrantes se ven despreciados (¡malditos okies!) por sus mismos compatriotas y forzados a trabajar por salarios miserables. En tiempos de crisis, cuando el hambre aprieta, se olvida la dignidad y se prefiere un trozo de carne. ¿Ocurriría lo mismo en tu propia casa?


Luego tenemos la emigración política. Esa que sufrieron los españoles que por sus ideas debieron migrar hacia Francia, Alemania o México, entre otros, y que tan bien relata Almudena Grandes en su "El corazón helado". Ese largo viaje que ha quedado en la memoria de nuestros abuelos y que relatan con una mezcla de melancolía, amargura y orgullo.


Si además juntamos a todos estos sentimientos negativos, el odio a lo diferente de los supuestos huéspedes, ¿qué podemos sacar de positivo de esta experiencia? 


Tal vez el orgullo de ayudar a levantar países en quiebra o tal vez el reconocimiento recibido tras demostrar que los inmigrantes no son monstruos sino personas normales. Tal vez es hora de reconocer que la inmigración no es sólo necesaria sino positiva para un país. Como es hora de dejar que los emigrantes se sientan extraños en nuestra casa, en su nueva casa. 


A ver si entendemos que alguien que no habla nuestra lengua no es tonto sino que necesita tiempo para aprenderla. A ver si entendemos que porque alguien lleve un pañuelo en la cabeza o tenga la barba larga, no es un terrorista. A ver si nos damos cuenta de que muy probablemente seremos emigrantes alguna vez en nuestra vida y no nos gustaría arrepentirnos de serlo.