La emigración es mala, la inmigración es buena

Después de otro titular polémico, me explicaré. Últimamente no hago más que encontrarme ejemplos de que la emigración es negativa. Y digo emigración y no inmigración. Detalle importante.


Por ejemplo, todos esos inmigrantes que arriban a España en busca de algo mejor deberían ver el filme colombiano "Paraíso Travel". En esta película se relatan las desventuras de una pareja de paisas (nativos de Antioquia, para quien no lo supiera) que viajan hacia Estados Unidos a la búsqueda del famoso "sueño americano". En un momento de la película, el protagonista dice: "Yo en Colombia no era rico, pero tampoco tan pobre como aquí". Yo tengo la sensación de que esa misma decepción debe ser lo que sientan muchos de los subsaharianos que llegan a España persiguiendo el "sueño europeo".

Otra versión de esta emigración perra se relata en "Las uvas de la ira" de John Steinbeck. En ese caso, la emigración es aún más forzosa ya que los campesinos protagonistas del libro se ven desposeídos de sus tierras en la trágica época posterior al crack del 29. Aquí, los emigrantes se ven despreciados (¡malditos okies!) por sus mismos compatriotas y forzados a trabajar por salarios miserables. En tiempos de crisis, cuando el hambre aprieta, se olvida la dignidad y se prefiere un trozo de carne. ¿Ocurriría lo mismo en tu propia casa?


Luego tenemos la emigración política. Esa que sufrieron los españoles que por sus ideas debieron migrar hacia Francia, Alemania o México, entre otros, y que tan bien relata Almudena Grandes en su "El corazón helado". Ese largo viaje que ha quedado en la memoria de nuestros abuelos y que relatan con una mezcla de melancolía, amargura y orgullo.


Si además juntamos a todos estos sentimientos negativos, el odio a lo diferente de los supuestos huéspedes, ¿qué podemos sacar de positivo de esta experiencia? 


Tal vez el orgullo de ayudar a levantar países en quiebra o tal vez el reconocimiento recibido tras demostrar que los inmigrantes no son monstruos sino personas normales. Tal vez es hora de reconocer que la inmigración no es sólo necesaria sino positiva para un país. Como es hora de dejar que los emigrantes se sientan extraños en nuestra casa, en su nueva casa. 


A ver si entendemos que alguien que no habla nuestra lengua no es tonto sino que necesita tiempo para aprenderla. A ver si entendemos que porque alguien lleve un pañuelo en la cabeza o tenga la barba larga, no es un terrorista. A ver si nos damos cuenta de que muy probablemente seremos emigrantes alguna vez en nuestra vida y no nos gustaría arrepentirnos de serlo.

2 comentarios:

Júcaro dijo...

Hace tiempo que leí Las uvas de la ira; casi no lo recordaba. Ahora recuerdo que fue un libro que me gustó y que, efectivamente, ahora, como suele suceder con la buena literatura, tendría absoluta vigencia por la temática que trata y para recordarnos que un buen reportaje periodístico también puede tener valores literarios.

Sobre la emigración. Hay trabajos que no queremos hacer. Donde vivo las emigrantes son las únicas que se encargan de cuidar a personas mayores. Cuando la crisis estaba ya haciendo, había trabajos en el campo andaluz que para el que se tenían que buscar trabajadores emigrantes porque los de aquí no estaban por la labor de realizar ciertos trabajos. Dicho esto, es cierto que la necesidad de un lado y la avaricia de otro, hacen de estas situaciones campo abonado a los abusos de los empleadores por los que la administración, el Gobierno, las instituciones deben velar por los derechos de los trabajadores.

Raúl dijo...

Muy apropiado el reportaje que viene hoy en "El País Semanal": Salt, una olla a presión.

En esta localidad gerundense, la población inmigrante es casi del 100 %. Porque un 43 % corresponde a la inmigración extranjera mientras que gran parte del resto de la población proviene de la inmigración extremeña y andaluza de los años 70. Sin embargo, por lo visto, hay inmigrantes de primera y de segunda.

En el pueblo, se hace la típica relación inmigración = delincuencia, pero no se dan cuentan de que en realidad el primer término de la ecuación es una suma de pobreza, falta de educación y sentimiento de exclusión. Valores todos ellos que se pueden encontrar también en ciudadanos españoles.

En este artículo no se utiliza el manido argumento de "es que vienen a quitarnos el trabajo". Porque no es cierto. Como bien dices Júcaro, los inmigrantes aceptan trabajos que los españoles no suelen aceptar y por otra parte la tasa de "autóctonos" parados es del 13 % según el reportaje: menor a la media nacional.

Sin embargo, la mayor verdad que se cuenta en este reportaje es la que cuentan dos chicas, una negra y otra con velo: "Nos llevamos de maravilla. No han crecido juntos, como nosotras". Tal vez tengan que llegar las nuevas generaciones para que la situación se normalice y podamos llegar a ser "como Amsterdam". Hasta entonces, lamentablemente, leeremos muchos de estos reportajes.