El quinto libro de los 25 ha caído en una sola tarde. ¿Es buena señal, verdad?
Contraportada: la versión oficial
Alessandro Baricco presentaba la edición italiana de Seda, que tuvo un éxito extraordinario en su país, con estas palabras: Ésta no es una novela. Ni siquiera un cuento. Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos, y dolores, que se sabe muy bien lo que son, pero que no tienen un nombre exacto que los designe. Y, en todo caso, ese nombre no es amor. (Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así funciona. Desde hace siglos). Todas las historias tienen una música propia. Ésta tiene una música blanca. Es importante decirlo porque la música blanca es una música extraña, a veces te desconcierta: se ejecuta suavemente y se baila lentamente. Cuando la ejecutan bien es como oír el silencio y a los que la bailan estupendamente se les mira y parecen inmóviles. La música blanca es algo rematadamente difícil. No hay mucho más que añadir. Quizá lo mejor se a aclarar que se trata de una historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión. Mi humilde opiniónEn muchas ocasiones los libros aclamados por el público me decepcionan. Me pasó con El niño del pijama de rayas donde leí una historia bien contada, sin más. Sin embargo, Seda ha cumplido con las expectativas tanto en el fondo como en su forma. El amor a tres, aunque resulta un tema recurrente a lo largo de toda la literatura universal, si está bien contado es conmovedor. Será el relato de este tipo de verdades universales (el amor, la codicia, el deseo, la amistad...) las que sostendrán la buena literatura por mucho que pase el tiempo. Pero lo harán si no caen en los tópicos y la rima fácil del chicoconoceachicayvanyseenamoran. No es este el caso de Seda.
Seda es un poema sin versos en donde la cadencia pausada del relato (no es ni un cuento ni una novela) se mantiene gracias a estudiadas repeticiones y cortos capítulos en donde no sobra ni una coma. Baricco no se deja llevar por la tentación de narrar los viajes de Hervé Joncour. No es eso lo que quiere contar. Sus viajes a Japón son únicamente un decorado en el que colocar los elementos de dos historias de amor, uno racional y otro pasional, cuyos destinos confluirán sorprendentemente hacia el final de las 125 páginas de esta obra.
Precisamente, esas escasas 125 páginas creo que son la mayor virtud de este libro. La capacidad de síntesis que demuestra Baricco al comprimir tantos sentimientos en ese corto espacio es encomiable y digno de elogio entre tanto mamotreto de más de 1000 páginas (léase Vida y Destino de Vasili Grossman) o 3 horas de duración (tipo Benhur). Nunca fue más cierto que "lo bueno si breve, dos veces bueno".